El interior del supermercado era un laberinto de pasillos y estanterías tiradas por los suelos, poco había ya que poder echar a las mochilas, debido a los constantes saqueos a los que fue sometido el único supermercado del pueblo. Pero aun así, decidieron entrar e intentar rescatar la mayor cantidad de comida posible, puesto que el grupo había aumentado considerablemente y eran muchas las bocas a las que alimentar.
-Chicos me acercare al almacén, a ver si queda algo útil- dijo Rico entre dientes, con la intención de no alzar mucho la voz
Salomón se fue a la puerta de entrada, para vigilar el exterior de la calle, mientras Gerson, continuaba indagando entre el revoltijo de estanterías. El almacén del supermercado, se encontraba en el exterior de un patio al que se accedía por una puerta metálica desde la tienda. En el exterior la lluvia y el viento volvían a hacer acto de presencia de forma virulenta, como anteriores ocasiones, aquello se estaba volviendo habitual. Al abrir la puerta del almacén, el infierno se desato en la tierra, aquel sitio, parecía haber sido usado de almacén, pero de muertos vivientes, había docenas de aquellos seres, que como impulsados por muelles, saltaron hacia el exterior entre gemidos y lamentos. Rico se vio, tan sorprendido, que no tuvo tiempo de sacar su arma para defenderse.
Desde el interior de la tienda, Gerson vio aquella escena presa del pánico, apenas pudo avisar a Salomón de lo que sucedía, hasta que aquella horda de no muertos hizo acto de presencia en el interior arrasando con todo lo que encontraban a su paso, apenas pudo disparar un par de veces, antes de salir corriendo hacia la posición de Salomón, que parecía hipnotizado ante lo que sus ojos veían.
-¡Corre, por tu vida ¡- chillaba Gerson mientras tironeaba del brazo de Salomón.
-¡¡¿Pero…. Y Rico?!!- exclamo Salomón
-¡No lo ha conseguido, se ha visto sorprendido por esas cosas, al segundo de haber abierto la puerta!- gritaba Gerson a la vez que accedía a la furgoneta y la ponía en marcha.
Había más de cincuenta o sesenta de aquellas cosas, saliendo atropelladamente de la tienda, con la aviesa intención de triturar los cuerpos, de los únicos seres vivos que habían visto en meses. Gerson salió chirriando ruedas, golpeando a varios de los coches que permanecían abandonados en la calle. Mientras, gritaba y se maldecía por no haber podido hacer absolutamente nada por salvar a Rico, Salomón permanecía con la nariz pegada al cristal, con la ilusión de ver aparecer a Rico abriéndose paso entre aquella multitud de muertos vivientes, pero aquella ilusión quedo en nada, porque aquello nunca sucedió, Rico había desaparecido para siempre.
Salomón guió a Gerson hasta donde se encontraba el resto del grupo, una vez allí descendieron de la furgoneta, ante la atenta mirada de todos los integrantes de la troupe.
- ¿Que ha pasado, donde esta Rico? Pregunto Brian, al ver llegar solamente a Salomón y a Gerson, este último con lagrimas en los ojos.
-¡No lo ha conseguido!- pudo decir al cabo de unos segundos Gerson
-¡Hijo de puta!- comenzó a gritar Brian -¡Lo has matado!- -¡tú y tus magnificas ideas!- seguía vociferando Brian, mientras se dirigía con la intención de golpear a Gerson.
-¡Tranquilízate Brian!- dijo Thomas a la vez que se interponía entre éste y Gerson, que apenas hizo nada por intentar defenderse.
-Todos sabemos a lo que nos exponemos al aventurarnos en cualquier callejón, casa o calle, incluso estando acompañados, así que tranquilízate y respeta la decisión que tomo Rico de acompañar a Gerson, para buscar comida. Debemos de mantenernos unidos, ante cualquier adversidad, o realmente todos acabaremos siendo pasto de esas criaturas que ni sienten ni padecen- sentencio Thomas.
-Debemos de prepararnos para pasar la noche en este lugar, así que subamos todos al barco y permanezcamos lo mas en silencio posible, para intentar pasar desapercibidos ante las criaturas que ronden por aquí esta noche, porque seguro que todos los que hemos visto en el supermercado, acabaran dando con nuestro rastro- explico Gerson, ahora ya, más calmado.
La noche, transcurrió sin ningún incidente salvo que la tormenta continuaba, con rachas de aire que hacían que el techo de la nave donde se encontraban se estremeciese ante cada embate del viento contra esta. Pero al final, la mañana llego y con los primeros rayos de sol, el grupo se ponía en marcha con destino al puerto de Santa Pola. Poco antes de salir de allí, Zoe, depositó en una de las mesas de la tienda de náutica, una carta junto con varias botellas de agua una pistola y un cuchillo de combate. Ella en su foro interno, deseaba que Rico aun estuviese con vida y volviese a aquel lugar en busca del grupo.
*****
En apenas unos minutos, el grupo de Cristo había recorrido los escasos tres kilómetros que separaban la antigua fábrica de cerámica de la ciudad de Crevillente. El caos era la tónica reinante en aquella ciudad desierta de seres humanos y que por lo que habían visto hasta el momento, debía de estar dominada por los no muertos, puesto que aquí y allá siempre había alguno de aquellos carniceros.
-¡Ese bastardo hijo de puta tenía razón!- gritaba cada pocos segundos Cristo
Y es que la vía principal que cruzaba la ciudad, estaba plagada de multitud de vehículos militares, había tantos que no sabía cual elegir, al final sus pretenciosos ojos, se posaron sobre un tanque, un Leopard II unos de los vehículos de combate más avanzados del ejército, que ahora mismo yacía abandonado y cubierto por una espesa capa de polvo y tierra acumulada a lo largo de meses de inactividad.
-Aparca junto a ese tanque- le indicó a Mario, mientras disparaba a la cabeza de una de aquellas cosas que se había acercado a curiosear junto a la furgoneta. Una vez detenida la furgoneta, todos bajaron inmediatamente y mientras Mario organizaba un perímetro de seguridad, junto al tanque, Cristo rápidamente subió hasta la escotilla superior de éste, con la intención de introducirse en el interior, y comprobar el estado en que se encontraba su nueva máquina. La primera impresión fue nefasta, nada más descender al interior un rostro cadavérico y demacrado por el tiempo le dio la bienvenida, por suerte para él, aquel cadáver estaba realmente muerto. Un agujero en su sien derecha, delataba que debió de suicidarse, antes que hacer frente al infierno que tuvo que haber visto en el exterior del tanque. Tras despojarlo de su pistola reglamentaria, se dirigió al puesto del conductor, con la intención de poner aquel tanque en funcionamiento.
-¡Date prisa en salir de ahí!- Gritaba Mario desde el exterior
Inmediatamente comenzó a llegarle el tableteo de las armas, que empezaban a disparar. Pero no estaba dispuesto a dejar aquella maravilla allí. Intento arrancarlo un par de veces pulsando el botón asignado para dicha tarea, pero la batería parecía completamente agotada, puesto que el motor no daba señales de vida.
-¡Sal de una puta vez!- volvió a gritar Mario
Aquel grito lo devolvió a la realidad de sopetón y se dirigió hacia el exterior, una vez fuera, desde lo alto del carro de combate, pudo comprobar cómo la situación se había descontrolado, centenares de aquellos no muertos habían comenzado a rodear al grupo, que disparaba incesantemente sobre ellos, pero sin la suficiente eficacia, para acertar en su pútridas cabezas a la primera y ahorrar munición. Salto al suelo y mientras sus chicos seguían disparando contra aquel ejército de muertos vivientes arranco la furgoneta justo en el momento en que uno de sus hombres era alcanzado por un grupo de aquellas cosas, que rápidamente sucumbió ante la voracidad de sus atacantes, el resto del grupo había conseguido acceder a la furgoneta y mientras Cristo iniciaba el camino de vuelta, atropellando a decenas de aquellos monstruos, sus hombres gritaban y maldecían la pérdida de su compañero. Mientras tanto Cristo, ajeno a la perdida de ese hombre, seguía pensando en aquel tanque, pensaba que si conseguía ponerlo en marcha les daría la posibilidad de adentrarse en cualquier ciudad en busca de mas supervivientes que “reclutar”, para formar su pequeño ejercito
*****
El grupo de Gerson, había comenzado su viaje no hacía mucho, circulaban lentamente junto al viaducto del tren de alta velocidad, que unía las ciudades de Alicante y Murcia, cuando al salir de una curva lo vieron, tres vagones yacían despanzurrados por el suelo, ennegrecidos por el humo del incendio que los había devorado, mientras que desde lo alto del viaducto colgaban varios mas, sabe dios porque motivo no se habían derrumbado aun. Alrededor de aquel amasijo de hierros retorcidos y chamuscados, podían verse a multitud de aquellos no muertos. Por suerte, todo el trayecto de Alicante a Murcia del AVE, estaba rodeado con un muro de cemento de metro y medio de alto, coronado por una pequeña vaya metálica, que impedía que en otros tiempos, nadie accediese a la zona de tránsito del tren.
Por suerte para nuestros chicos, dicho muro permanecía intacto y ahora ejercía la función contraria, no dejaba que ninguna de aquellas criaturas saliese de su improvisada cárcel a pesar de que se arremolinaban al paso del convoy y lo seguían con sus cadavéricos brazos extendidos hacia ellos. Todos observaban aquella escena horrorizados ante las imágenes de aquellos seres que antaño habían sido personas normales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario