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domingo, 11 de septiembre de 2011

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Mientras aquellos bailarines del infierno, continuaban con su macabra coreografía de movimientos lentos  que cada segundo que pasaba, los acercaba más a nuestros protagonistas, Brian  decidió que daría un rodeo, para adentrarse en las ruinas de lo que aún quedaba de Elche. Giró a la derecha, por la circunvalación que rodeaba el parque de bomberos e iba a dar a las puertas del Corte Ingles, desde allí tomarían la rotonda en dirección a la avenida de la libertad, que antaño fue una de las arterias más importantes de la ciudad, y que en su día utilizaron, para escapar de allí.  Por ridículo que parezca el carril de entrada a la ciudad, se encontraba, prácticamente vacío, mientras que por el contrario el de salida, era un mar de vehículos destrozados por multitud de colisiones, o simplemente abandonados. Daba que pensar que en una situación como la vivida meses atrás, el ser humano hubiese respetado el sentido de circulación, cuando de no haberlo hecho, muchas personas habrían podido correr mejor suerte.

          Circulaban con bastante fluidez  mientras no paraban de sorprenderse de la extraña visión que ofrecía la ciudad, bajo ese día tan soleado del primero de enero. Todo parecía  sombrío y gris, como si se tratase de un día nublado y tormentoso,  en la radio del coche únicamente podía escucharse la estática, ya no emitía nadie, ni tan siquiera, el tan socorrido mensaje de emergencia que se veía en las películas de catástrofes. Sharko no paraba de ladrar desde que  comenzaron a adentrarse en las entrañas de la ciudad, parecía tan nervioso con aquellas criaturas, como los chicos, solo que expresaba su estado de ánimo, con sonoros ladridos y gruñidos, mientras que éstos permanecían callados y atentos al entorno, podían comprobar como los zombis se giraban a su paso y comenzaban a seguirlos, con aquel paso bamboleante que los caracterizaba. En poco tiempo tenían a más de 30 siguiéndolos. La única preocupación de Brian, era la de poder dar, con algún tramo por el que no pudiese continuar conduciendo y esa preocupación se hizo realidad, a la altura de la estación de ferrocarril, que aunque soterrada bajo los cimientos de la ciudad, tenía un ascensor de cristal en la superficie, que junto con las escaleras mecánicas descendían hasta las entrañas de ésta.

          Brian comento a Thomas, que al final iba  tener razón, en lo de no querer volver a la ciudad, como el paso estaba bloqueado para continuar de frente, Brian cogió una calle que doblaba a la derecha, y que pasaba por enfrente del renovado ambulatorio de San Fermín, un edificio que  apenas había estado en funcionamiento un año después de su inauguración, y que ahora aparecía con multitud de columnas negras de humo manchando sus blancas paredes, en la puerta de entrada, pudieron observar varios cadáveres prácticamente descompuestos, de los que únicamente quedaban las raídas ropas que llevaban el día en que murieron,  aquella calle, por desgracia también estaba cortada por innumerables vehículos y Brian aunque lo intento no pudo apartarlos.

          Con los nervios a flor de piel, y por unanimidad, decidieron que lo más seguro seria sacar las bicicletas del coche y continuar el trayecto con ellas, pese a que montados en ellas, serían más asequibles, para que  los zombis pudiesen atacarlos. A su favor contaban, con que montados en las bicis, tendrían más capacidad de maniobra y evasión, cuando las cosas se complicasen. Bajaron las 3 MTB´s junto con las 3 mochilas que habían preparado en “la cueva” y las 3 escopetas, que se colgaron a las espaldas, mientras duraba toda aquella maniobra Sharko, parecía mucho más nervioso que nunca, puesto que a escasos 5 metros ya había uno de aquellos seres monstruosos, el animal ladraba y se movía en círculos alrededor del zombi, pero sin intentar morderle, parecía que su instinto le indicaba que no era lo mejor. Rico quito el seguro de la escopeta y disparo directo a la cabeza del monstruo, que en unas milésimas desapareció en un mar de trozos sanguinolentos. Guardó el arma,  se montaron en las MTB’s y salieron de allí a todo pedalear, seguidos de cerca por Sharko, que pese a su enorme tamaño era bastante rápido y ágil, enfilaron la calle, en dirección contraria, lo que les llevaría a cruzar el puente del rio a unos 600 metros. Por todas partes podían ver multitud de zombis, y la cantidad aumentaba a la vez que continuaban adentrándose en la ciudad, el trayecto en  MTB´s  a pesar de ser menos seguro era bastante más rápido que en coche, puesto que podían pasar por cualquier lugar y evitar todos los obstáculos, en apenas 10 minutos estaban cruzando el rio y pudieron observar como en el Palacio de Altamira, que tiempo atrás fue museo, ahora se alzaba un cartel, hecho con sabanas en el que se podía leer “Ayúdennos por favor”, debió de  ser escrito, por la familia del comerciante chino que había comprado el castillo al ayuntamiento, por una desorbitada cifra. Como pudieron comprobar, dentro habría poca gente a la que ayudar, puesto que la gruesa puerta de entrada aparecía descolgada de sus goznes y en el interior pululaban varias de aquellas criaturas.

          Sin previo aviso el intenso sol de aquel mediodía, comenzó a oscurecerse y de repente se puso a llover, nuestros chicos decidieron continuar, para encontrar algún lugar donde guarecerse, porque todos mojados y con el frio que hacía, pronto podrían caer enfermos, y no era lo que más les apetecía. Rápidamente descartaron probar a refugiarse en la basílica de  la ciudad, que estaba a escasos metros de donde se hallaban, puesto que la plaza que la circundaba estaba plagada de zombis, así que decidieron probar en el parque municipal, mientras circulaban por el interior de este, y de golpe, uno de aquellos seres sorprendió a Thomas, derribándolo de la bici mientras que Brian y Rico no se percataron de ello. Mientras Thomas golpeaban a aquel monstruo, sin que este pareciese sufrir daño alguno, pudo observar que se trataba de una chica de unos 30 años con el pelo rubio, ahora tenía la mirada vacía y de su boca negra solo salían gruñidos,  cuando estaba a punto de darse por vencido, apareció Sharko, como un auténtico misil, embistiendo al atacante de Thomas , con una furia tremenda, esta vez, sí que se enzarzó en un auténtico ataque, mordió a aquel bicho en el cuello, mientras que lo zarandeaba de un lado a otro, el “pobre” monstruo, nada pudo hacer contra la furia desatada de Sharko, que tras varios minutos de sacudidas sin soltar el cuello, consiguió arrancar el trozo de carne que mantenía mordido con lo cual la cabeza del zombi quedo colgada  de unos cuantos tendones, a la altura del pecho, a pesar de la tremenda herida, continuaba arrastrándose por el suelo, la imagen ponía los pelos de punta, pero Thomas armándose de valor, sacó la porra de la mochila y con un par de golpes como ya hiciera con Irina, convirtió la cabeza en papilla.

          Mientras tanto Rico y Brian habían permanecido ajenos a la lucha, cuando de repente vieron a Thomas aparecer andando empujando la bici, y con cara de pocos amigos, Sharko iba junto a él. Éste les recriminó que casi lo dejan morir a manos de uno de aquellos bichos, pero que gracias a Sharko, podía contarlo. Brian y Rico por su parte le indicaron, que habían encontrado un refugio, que por lo que habían visto, parecía libre de zombis. Se trataba de un antiguo palomar, con un almacén junto a él, que usaban los servicios de mantenimiento del parque. El edificio, era bastante espacioso, tenía un par de ventanas que daban iluminación natural a la estancia, mientras que por una puerta en el lateral del almacén, podían acceder al palomar, era de planta circular  de alrededor de uno 12 metros cuadrados, tendría una altura de 8 o 9 metros y una estructura interior, que les permitirá salir a un balcón o terraza que daba completamente la vuelta al palomar y que en días venideros les permitiría observar el exterior sin necesidad de salir de allí. Volvieron al almacén, que tenía un olor a gasolina  del cortacésped, mezclada con el de hierba cortada, en una de las paredes, había una extensa colección de utensilios para lo poda y el mantenimiento de los árboles. Thomas comprobó de nuevo la puerta antes de ir a sentarse,  para ser un día festivo en otra época, había  vivido demasiadas emociones.


          Decidieron, que descansarían y a la mañana siguiente si había cesado la lluvia, dispondrían hacia donde encaminarse de nuevo, puesto que aventurarse de nuevo en la ciudad, les estaba resultando muy peligroso, permanecieron bastante pendientes del estado de Sharko, puesto que como les había contado Thomas, había desgarrado el cuello de su agresor a mordiscos, pero éste no parecía haber contraído la enfermedad, probablemente, pensaron que no afectaría a los animales, únicamente sería una pandemia exclusiva del ser humano…