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viernes, 16 de marzo de 2012

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                                       Dias antes……….

 
          A varios kilómetros de donde se hallaban Gerson y los muchachos, un drama se repetía día tras día, desde que la epidemia de muertos vivientes había asolado a la humanidad. Un grupo de hombres armados, había ido “acogiendo” a personas que huían de Albatera, una ciudad próxima a Crevillente, para llevarlos a una finca con la que se habían hecho tras las revueltas de los primeros días. Una vez en la propiedad, eran utilizados en las salidas posteriores  para saquear casas y comercios en busca de alimentos, obligados a trabajar en el campo y a cuidar a los animales, eran sometidos mediante palizas torturas y violaciones. Aquel grupo de ladrones traficantes y rateros de tres al cuarto, estaba formado por unos 15 hombres, todos ellos dirigidos con mano de hierro, irónicamente por quien antaño fuese el jefe de la policía local de Albatera Cristo Cortés.

          Aquella mañana Mario, el encargado de llevar a los “recolectores”, entró en la habitación de Cristo sin llamar y muy alterado, Cristo le dijo que se calmase  y que le contase lo que había ocurrido, para que estuviese en ese estado. Mario comenzó a contar, que aquel día se habían dirigido hacia los almacenes de alimentación que había en el polígono, y que ya desde el principio había tenido problemas con Zoe, la chica, que habían encontrado hacía varias semanas en el interior del ayuntamiento, junto con su hermano menor Abraham.

          Que  había tenido que golpearla para conseguir que se introdujese en la furgoneta,  y a pesar de eso la muchacha se había mantenido reacia a bajar en los almacenes para buscar alimentos. Una vez en el interior de ellos, ésta, había conseguido noquear a su vigilante, propiciando que uno de los caminantes que rondaban  el interior del almacén lo atacase infectándolo, Mario también  contó a Cristo que tuvo que matar al infectado, y que tuvieron que salir huyendo de los almacenes, dejando que Zoe se escapase, por que el revuelo que se había montado, atrajo a muchos de aquellos seres hasta el lugar con el consiguiente peligro que  conllevaba la seguridad del grupo.

          Cristo, se mantuvo con el rostro imperturbable mientras daba vueltas de un lado a otro al puro que habitualmente sostenía entre los labios, a la vez que escuchaba lo que Mario iba narrando, cuando este terminó el relato de lo acontecido, un leve sonrisa asomo por la comisura de sus labios, Mario le preguntó que por que sonreía, y Cristo le espetó, que si de verdad se pensaba que aquella fierecilla llamada Zoe iba a abandonar a su querido y único familiar vivo a su suerte, que él estaba seguro que antes o después acabaría intentando rescatar a su hermanito, lo que realmente preocupó a Cristo fue la pérdida de un hombre, que aun siendo un mentecato, cumplía sus funciones relativamente bien. No tenía miedo a que la gente  se amotinase puesto que en las condiciones en las que vivían seria lo último en lo que pensasen. Pero ante un hipotético caso de que otros saqueadores les atacasen el número de hombres con el que contase, seria vital, para seguir manteniendo su “granja” que era como él denominaba a la finca en la que habitaban.


          Lejos de allí, Zoe  salía huyendo de aquellos malditos almacenes que apunto habían estado  de costarle la vida, puesto que se las había visto realmente negras, para conseguir abandonarlos, evitando a zombis y a sus captores, una vez fuera de ellos se encaminó hacia las afueras del polígono, por el que deambulaban muchos de aquellos seres monstruosos que habían causado la tremenda destrucción, que ahora mismo la rodeaba. Iba corriendo y agachándose aquí y allá, intentando no ser detectada por ninguno de aquellos engendros. Tenía mucho frio, puesto que el viento soplaba con mucha fuerza y para colmo comenzaba a llover lenta pero incansablemente. En su cabeza únicamente estaba presente la idea de lograr rescatar a su hermano Abraham de las manos de aquel grupo de indeseables que lo mantenían preso y que seguro que ahora que ella, había conseguido liberarse y no podía protegerlo, lo maltratarían más si cabe. De momento había vuelto a entrar en albatera, pero pensó que no podía quedarse allí, por si en alguna de sus múltiples salidas en  busca de víveres, enseres u otras personas Mario conseguía atraparla de nuevo. El único sonido que se escuchaba en lo que antaño había sido una bulliciosa ciudad, era el de las ráfagas de viento y el de la lluvia al caer. Zoe continuaba con su titubeante paso entre las ruinosas calles con la intención de salir en dirección a Crevillente, la ciudad más próxima y en la que seguro hallaría un buen escondite, para descansar mientras planeaba el rescate de su hermano, sabía que había mucha más gente allí, pero…. ¿Qué podía hacer ella, contra todos los esbirros de Cristo Cortes?


          Las calles estaban plagadas de esqueletos harapientos, que a su parecer habían corrido mejor suerte que los vivos que aun pudiesen permanecer sobre la faz de la tierra o de los zombis que deambulaba de un sitio a otro, en busca de algún desdichado al que hincarle el diente. Mientras iba sumida en sus pensamientos y sin apenas percatarse de él, uno de aquellos no muertos, apareció tras un contenedor de basura volcado y la aferro del brazo, la sorpresa fue tal, que presa del pánico tropezó y cayó al suelo de espaldas, con la mala fortuna de que aquel ser cayó encima de ella. Era un monstruo horrible le faltaba media cara, que parecía haber sido arrancada a mordiscos, tras los restos de su raída ropa  podía ver la piel podrida y las múltiples heridas que seguramente le habían llevado a aquel estado. A pesar del pánico que recorría cada centímetro de su cuerpo, Zoe intentaba mantener alejada la cabeza de aquella cosa que lanzaba dentelladas a diestro y siniestro, mientras que con la mano que conseguía liberar, buscaba aceleradamente un cuchillo que llevaba encima. Tras muchos intentos consiguió hacerse con él, rápidamente comenzó a acuchillar a aquel ser, pero para su sorpresa las tremendas cuchilladas que le asestaba no parecían hacer mella en el propósito de aquel monstruo, que no era ni más ni menos que arrancarle la vida a mordiscos.


          Tras múltiples intentos las fuerzas de Zoe, empezaban a flaquear, pero cuando prácticamente se daba por vencida y veía acercarse peligrosamente las mandíbulas de aquel engendro, un rayo de luz iluminó su apesadumbrado cerebro, reunió todas las fuerzas de le quedaban en su debilitado cuerpo y lanzó una tremenda cuchillada que atravesó la cabeza del zombi de parte a parte. En ese preciso instante aquel despreciable monstruo cayó fulminado al suelo, inmóvil y muerto para siempre. Permaneció tumbada en el suelo durante unos instantes, respirando fatigosamente mientras intentaba recuperar el aliento. ¡Parecía irónico, pero Cristo Cortes acababa de salvarle la vida pensó! Y es que hacía días había escuchado una conversación, en la cual oía a Cristo decir que la manera más fácil de eliminar a aquellos seres era destrozarles el cráneo.


          Se levantó del suelo de golpe al escuchar un ruido tras de sí, pero esta vez el temor fue infundado, solamente había sido el aire, pensó que en aquella nueva realidad que le estaba tocando vivir el más mínimo despiste, podía significar la muerte y decidió que eso nunca más volvería a ocurrir, sobre todo, porque no quería abandonar a su hermanito en aquel mundo cruel. Volvió a recoger su cosas que estaban esparcidas por el suelo, no sin antes echar un último vistazo a su atacante, pensando que por fin ahora podría descansar como era debido. Extrajo el cuchillo de su cráneo, no sin esfuerzo y con unos plásticos que encontró en los alrededores intento taparlo lo mejor que puedo. Se sentía triste por lo que acababa de ocurrir, pensando que aquel monstruo, tiempo atrás fue una persona normal con  familia e hijos, pero a su vez se encontraba eufórica, por que seguía con vida y en ese momento aquello significaba mucho. Volvió a ponerse en marcha con destino Crevillente, comenzó a correr puesto que esperaba llegar antes de que anocheciese, porque carecía de ningún tipo de iluminación con la que poder ver de noche. Extrañamente durante su camino no se volvió a topar con ningún otro caminante, cosa que aprovechó para explorar los múltiples vehículos que yacían abandonados por doquier, y muchos de los cuales aun contenían los cadáveres de sus antiguos dueños en el interior. Aquellos vehículos eran verdaderos almacenes, en los que recogió multitud de objetos, entre ellos varias linternas, encendedores, cerillas, algunas latas de comida, otra mochila y cantidad de aperos que la gente en su huida había utilizado como armas, a última hora de la tarde, entraba en Crevillente, con la inquietud de no saber donde pasaría la noche, lo que realmente llamó su atención es que la cantidad de cadáveres existentes en aquellas calles era muy superior a la de albatera, también había gran cantidad de vehículos militares abandonados.


           Tras un vistazo rápido y viendo que la noche se le echaba encima descubrió el remolque de un camión, al que tras echarle un ojeada y ver que se encontraba libre de zombis decidió que sería por lo menos durante esa noche, su lugar para pernoctar, así que se introdujo en él, cerró y atrancó las puertas como buenamente pudo y tras comprobar que serian imposibles de abrir desde fuera, se dispuso a pasar la noche lo más cómoda posible rodeada de cajas de cartón vacías. No dejaba de pensar en Abraham y de cómo lo estarían tratando aquellos brutos de Cortes, pero se calmó y decidió que  de momento no podía hacer nada, así que tras comer dos latas de atún y pegar un par de tragos a unas de las botellas de agua que llevaba se quedó  profundamente dormida.