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lunes, 10 de octubre de 2011

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Lo que en principio, creían que iba a ser un día, o un par de ellos a lo sumo, ya duraba casi una semana, la lluvia cesaba, pero al rato volvía a hacer acto de presencia acompañada de relámpagos  truenos y ráfagas de viento que hacían que el viejo palomar se estremeciese. Habían podido observar a zombis merodeando por los alrededores, pero con el tiempo habían aprendido a no hacerse notar, y  estos, a su vez dejaron de interesarse por el palomar y desaparecían en la espesa maleza, que se había adueñado del parque, dándole un aspecto de selva tropical, los días en aquel reducido espacio, se les pasaban cada vez mas lentamente, el alimento, también empezaba a ser escaso, puesto que las latas que habían cargado en la mochila era con la idea de encontrar pronto a algún grupo de gente al que unirse.

          La mañana de aquel primer sábado de enero, había  amanecido como el resto de la semana lloviendo, con la salvedad, de que ese día, por lo menos en el lugar que se encontraban existía una niebla bastante espesa. Nuestros chicos, se encontraban en el mirador del palomar debatiendo que iban a hacer si aquel encierro duraba mucho mas, cuando un ruido cercano, les hizo callar y escuchar atentamente, parecía que alguno de aquellos nuevos habitantes del planeta, se acercaba de nuevo hasta el lugar donde ellos se encontraban. Cual seria la su sorpresa, cuando tras unos jirones de espesa niebla, vieron aparecer a  ¡un león! arrastrando hasta la  puerta de entrada del almacén, a un zombi  de aquellos, que no cejaba en el intento de zafarse de la presa que le hacia el león, que ni corto ni perezoso, comenzó a devorarlo, ignorando algún que otro mordisco que el zombi le propinaba de vez en cuando.

          Al cabo de una hora aproximadamente, el león, se retiro satisfecho del festín que se había dado, dejando tras de si, una masa de carne deforme, que a pesar de todo, continuaba arrastrándose en el suelo. Los 3 muchachos, que habían asistido a la escena atónitos,  se preguntaban que si aparte de los zombis tenían que vérselas con animales salvajes como el que acababan de ver,la cosa se les había complicado y mucho ,debían de abandonar su refugio,porque permanecer allí por miedo al ataque de alguna fiera,era condenarse a morir de hambre. Se pusieron de acuerdo y al mediodía saldrían del parque, ahora convertido en jungla, la aparición de aquel león, les había recordado que estaban solos y que debían de unirse  a algún grupo de supervivientes, para tener más oportunidades de poder continuar con vida.


          El cielo continuaba nublado y la lluvia seguía cayendo intermitentemente, la niebla había desaparecido, salieron del palomar que hasta el momento les había servido de refugio, habiendo añadido a su arsenal, un par de pequeñas hachas de mano.  Pasaron junto al zombi que el león había estado devorando con anterioridad, éste aun continuaba arrastrándose por el suelo, a pesar de tener el abdomen completamente devorado. Enfilaron el camino, en este caso senda, debido a lo espeso de la vegetación, que les haría salir del parque por la parte opuesta a la que habían entrado y que les llevaba hasta la Avenida del ferrocarril, que tomarían en dirección a la salida de la ciudad, como ya hicieran tiempo atrás.


          Atravesaron el parque sin ningún problema, al llegar a la avenida, el panorama era similar al que se encontraron al volver a la ciudad, un carril semivacío y el otro, completamente colapsado de vehículos inutilizados, la intención de ellos, era salir de la ciudad, con dirección a una pequeña población cercana a elche, en la que sabían a ciencia cierta, que antes de toda aquella locura, había un centro logístico de una  cadena de supermercados, que aun a malas tendría comida suficiente, como para aguantar mas de un año,  tenían talleres propios y botiquines de emergencia por todos sitios, conocían todo aquello, por amigos que habían trabajado allí. Intentarían hacerse fuertes allí, hasta poder localizar a otros supervivientes como ellos, o en su defecto que ellos fuesen localizados. Comenzaron a internarse de nuevo en la avenida de la libertad, una vez que pudieron cruzar el puente que unía ambas avenidas, en él la policía nacional junto con alguna unidades militares debieron de haber montado una especie de barricada, que de poco debió de servir, viendo la cantidad de cadáveres que  había esparcidos por el suelo. La lluvia, hizo acto de presencia de nuevo, no recordaban un invierno tan lluvioso como el de comienzos de aquel año, calados hasta los huesos se resignaron a seguir avanzando entre las ruinas de aquella urbe, tratando de esquivar a los zombis que les salían al paso, dolorosamente habían llegado a la conclusión, de que aquella ciudad estaba muerta, no habían visto ningún indicio, de lo contrario. A pesar de la tristeza que les embargaba, mientras seguían hacia la salida de la ciudad, comentaban que era imposible que  no hubiese nadie más. Que al igual que ellos, podrían existir más supervivientes, que atemorizados ante aquella nueva realidad, estuviesen escondidos, como hasta ahora lo habían estado ellos.

          Se encontraban, al otro lado de la barricada, que en su día les impidió seguir circulando con el coche y que les había obligado a bajarse de éste, y continuar su trayecto en bici, a su derecha, sobre el parque central de la avenida había un Centauro, un vehículo militar que ahora yacía  en el suelo sobre el lado del conductor. Se detuvieron ante él, para mirar en el interior con la idea de encontrar algo que les fuese útil, pero por desgracia y debido a las prisas lo único que pudieron recoger fue un walkie-talkie sin batería y una ración de comida del ejercito, así que lo metieron todo en la mochila, se subieron a las MTB’s y continuaron su camino hacia las afueras de la ciudad. Pese a lo irreal de todo aquello, cuando se cruzaban con alguna de aquellas criaturas, no podían dejar de pensar que hace unos meses eran seres normales, con sus vidas, sus trabajos y todas las historias que un ser humano podía tener, si ir mas lejos, en el carril contrario a donde se encontraban vieron, como un muchacho de unos 16 años, se dirigía hacia ellos tambaleándose, tal y como debía de haber muerto tiempo atrás atacado por algún zombi. Tenia el pelo rubio, aunque ya mas bien era  marrón, debido a la suciedad acumulada en él, los auriculares colgaban de su cuello, como si fuese lo mas normal, tenia puesta una sudadera en el que aparecía el logo de grupo de música que nuestros 3 protagonistas desconocían,  llevaba los pantalones caídos por la mitad de su cadavérico trasero, sujetos con un cinturón que como hebilla portaba una calavera pirata, como un oscuro presagio de, en lo que acabaría convirtiéndose su dueño.


          En su camino hacia otro lugar, iban dejando atrás los escaparates de bares, restaurantes y tiendas, en los que muy a su pesar, decidieron no entrar, por el peligro que ello entrañaba. Desde que habían abandonado su refugio en el parque, Sharco había seguido a los muchachos, pero en silencio, como temiendo que si profería algún tipo de sonido, podría atraer a algo mas que a aquellos desdichados seres. Debió de olfatear y oír al león, y su sentido común le hacia ser mas precavido de lo que había sido hasta ahora. Mientras tanto, continuaba lloviendo.

     
          Thomas comento, que debían de buscar un refugio, para intentar guarecerse de la lluvia, que pese a caer poca cantidad, había terminado por calarlos y que lo ultimo que necesitaban era ponerse malos ahora que no había ni medicinas ni médicos que les pudiesen atender, Brian dijo que estaba de acuerdo, pero que no podían detenerse ni un minuto mas en aquella ciudad fantasma, y por la cual según sabia él también pululaba suelto un león. De camino a la siguiente ciudad que era Crevillente intentarían localizar algún sitio donde pasar el resto del día y estar a resguardados  de cualquier peligro. Hacia un rato que habían abandonado la ciudad y los centros comerciales que rodeaban a ésta, se preguntaron si seria buena idea el adentrarse en alguno de ellos, en busca de algo de comida y de ropa que pudiese protegerles mejor de las inclemencias del tiempo, pero decidieron que no valía la pena arriesgarse a entrar en un lugar que podía convertirse en su tumba.


          La carretera, que les llevaría hasta su siguiente destino, seguía el mismo patrón que habían podido observar desde el momento en que abandonaron su casa de campo, coches abandonados, cadáveres en su interior,  en el exterior y ninguna señal de vida inteligente por ninguna parte, por extraño que le pareciese apenas si pudieron encontrarse con alguno de aquellos zombis durante su trayecto, hasta Crevillente, parecía que los zombis preferían estar en las ciudades. Su llegada a Crevillente, parecía una broma de mal gusto, justo a la entrada y colgado sobre la carretera, había un cartel que rezaba: Crevillente en fiestas. Menuda ironía, pensaron….


          Las calles de esa nueva ciudad, eran diferentes a las de elche, por todas partes se veían vehículos militares, el suelo, estaba prácticamente forrado de casquillos de bala, las fachadas acribilladas, habían muchísimos mas cadáveres de los que habían podido ver hasta ahora. La calle que cruzaba la ciudad era impracticable, ni tan siquiera en las MTB’s. Tenían que girar a izquierda y derecha en calles paralelas a ésta, con la intención de seguir avanzando en dirección a la salida. En aquella ciudad, se debió de librar una autentica batalla campal, por que se asemejaba a un osario de los de la edad media. Sharco a medida que se adentraban en las entrañas de la ciudad, comenzaba a estar mas inquieto, aunque apenas lo mostraba, salvo por el pelo del lomo, que lo tenía permanentemente erizado, debieron de hacer caso del instinto de Sharco, por que una de las veces que dieron un rodeo, para evitar las barricadas de la calle principal, fueron a parar a la boca del lobo. A una calle, repleta de aquellas criaturas, que permanecían de pie e inmóviles, sin proferir sonido alguno, pero que en el momento en que nuestros muchachos se toparon con ellos, empezaron a salir del letargo en el que parecían sumidos.